Hay entre mis ojos un vacío pensamiento. Respira, se hace grande. Me ataca, me mata
y me resucita. Está vacío, como tu voz lejana en mis oídos.
Vive en medio de mis ojos tristes y al lado de mis remordimientos. Está allí,
en el surco de mi piel infinita, acechando lo que veo,
bordeando sigilosamente la luz de la mañana. Se alimenta de mis verdades,
las que me invento. Con los fantasmas de mi vida entera hace fiesta.
Regocijándose con lo improbable y lo plausible. La melodías de mis manos no pueden eliminarlo,
es eterno, infinito e inevitable. Es un espacio donde se alojan los adioses,
los abrazos entregados y los olvidos no prometidos. Hay cosas que existen en la condena de esta vida que ninguna cadena puede contener.
Tengo penas quemándose en este fuego que no se puede apagar.
El fuego de mi vida, a lo mejor, está llegando a su final. Este espacio vacío
donde habita mi esperanza es irreal como el espacio vacío que contiene la forma de la verdad.