Misericordia

Muérdeme
Arráncame la piel en pedazos
Destrózame el corazón
Y que de mí no quede nada
Sólo lágrimas secas
Estrelladas en el borde de tu camisa

Trátame mal
Engáñame diciendo que me amas
Convierte mis sueños en pesadillas
Que yo no pueda más cerrar los ojos
Y muera esperando que vuelvas
A robarme los sueños rotos

Miénteme
Mírame a los ojos falsamente
Bésame con sabor a labios ajenos
Hurga en mis heridas
Mientras yo me desangro con tus palabras
De despedida vacía y sin piedad

Aviéntame

De abrazos y nomenclaturas

Hay abrazos sin comienzo y abrazos con final. De los que abrigan y de los que se dan con la mirada. Abrazos vacíos y abrazos del alma. Aquellos que se dan con palabras desde lejos y otros que son falsos como cielos verdes y soles azules. De los que se dan de la cintura para abajo y son calor mezclado con humedad, tropicales; y los que son de la cintura para arriba, cálidos y llenos de manos. Abrazos que son besos, caricias y nueces. Abrazos que desearon darse, pero que no llegaron a su destinatario. Abazos que mueren en los labios de quien dice te-quieros sin recibir dedos de bienvenida. Abrazos que nacen y no mueren. Los hay tímidos y llenos de esperanza. Abrazos que sueñan ser noche estrellada y los que encierran cuerpos en cofres de tesoro. Los que llegan del norte, los que vuelan al sur, abrazos que son consuelo, que pueden ser fugaces llenos de deseos, abrazos de caramelo, de hiel y con sabor a piel. Los que te di y los que me das, los nuestros, los de cada mañana, los que nos damos mientras dormimos, los que nos damos llenos de gemidos y suspiros, los que son esperanza. Abrazos que abrazan y que abrasan. Los que necesito. Tus abrazos en los míos, para ser uno, masa, calor, fundición, lava, erupción. Y mientras estas letras abrazan mis fantasías, ellas vuelan pensando en correr a tus brazos, para ser cobijadas en tu vida, nacida de la mía.

Imagen: El beso de Gustav Klimt