sábado, 13 de junio de 2009

Sin fin


Eterna melancolía
Te adueñas de mí
Hoy como en los días de lluvia
Mía ajena propia de todos
Como las palabras llevadas por el viento
Aquella tarde todas las tardes
No tiene fin
Pienso en ti en lo que no eres
En lo que no soy
Y en lo que quiero ver
Me marcho
Ay si fuera tan fácil
Me marcho
Me voy
No puedo más
No va a ningún lado
No hay camino
Estoy harta de estar harta
De ti de mí de todo
De esta vida
De esta misma mierda
No tengo hogar
Volver
A dónde
Déjame ir escapar correr
Se me seca el mar de tanto llorar
De tanto suspirar
Y vuelo en sueños
Hasta el horizonte que no conozco
Estoy cansada
Déjame morir
Corazón que no tiene más latidos
Soy una estrella que no brilla más
No tengo amor
Te lo di todo
Quiero desaparecer
Cansada de seguirte
Ya no quiero más herirme
Libérame de una maldita vez
No puedo dormir de tanta ansia
El viento murmura
Mis manos respiran
Morir
Morir
Morir
En tus brazos
En los de nadie
Sola
Olvidada
Nimia

2 comentarios:

Eduardo Catalán Flor-Bustamante dijo...

Es un poema hermoso y conmovedor.
Alguien me dijo alguna vez que, todo valor en la vida estaba medido por el dolor que causa conseguirlo. Existe toda una filosofía del dolor basada en la aceptación y renuncia. Así maduramos. Dejamos atrás la infancia, viejos amores y falsas creencias. Y avanzamos. Pero nadie puede medir el sufrimiento, cuando la nostalgia socava el alma. Mayor aún, cuando hay que mostrar una careta feliz para justificar el auto exilio. Y soñamos, hasta en pesadillas, con ese árbol frondoso que brindaba amable sombra en el jardín de nuestra lejana casa de la infancia.
Afectuosamente, Eduardo.

Oriana P. S. dijo...

Vaya Eduardo.
La filosofia del dolor. Yo no creo que sea la fe quien mueve montañas. Es el dolor. Por dolor somos capaces de hacer cosas increíbles.
Mi árbol de la infancia... dónde estará?
Saludos y espero verte prontito por acá.