miércoles, 5 de noviembre de 2008

Pues...



Mañana por la mañana empezará el resto de mi vida. Lluvia, sol, tormenta o viento, no sé, pero son los días que me quedan. Son horas sin nacer, mis próximos cinco minutos no están fabricados aún, pero es posible que ya estén predichos. Es el destino algo truculento, casi impalpable. Existe, pero no se le ha visto.
Esto del arrepentimiento cuando de verdad no tienes de qué arrepentirte. Debo arrepentirme. Quizá mañana. Hoy no quiero. Mi hoy está terminado, prefiero vivir mañana. Pero no siento pesar, aunque debiera. Será parte de mi ayer. De lo que fue y no se puede borrar, de lo que está sellado con fuego en mi piel, como el azul de mis espaldas. A fuego.

Mañana por la mañana será el comienzo del retorno a mis brazos, contra mi voluntad. No quiero volver. Quiero seguir este camino lleno de preguntas, lleno de cuadros en blanco.
Esto de la incertidumbre. Quien me diga las cosas claras se ganará un beso... o quizá no. Hay explicaciones numerosas, cual flores en el bosque. Las hay amarillas y rojas. Nunca he visto una explicación azul. Y se entiende que ésa es precisamente la que yo quiero. Azul. Existen explicaciones largas, pero yo quiero una corta, concisa, fulminante. Sí o no. Mañana o no. Somos o no. Quizá no. No.

El viento en la isla.

martes, 4 de noviembre de 2008

Fin.


Y es así que esta historia termina, luego de girar incierta. En idiomas raros, en habitaciones ajenas. Te vi como un hechicero malo, malvado, maligno. Y yo caí ante tu embrujo. Qúe nubes azules y verdes me envolvieron, qué brazos tenues y escurridizos me atraparon. Embrújame otra vez, la última, con muertes súbitas y fulminantes. Aniquílame.

Entre estas páginas me escondo.
Entre estas palabras me acuesto.
Entre estas palabras reposo.
Entre estas letras olvido.

No hay nada mejor que buscarte.
No hay nada peor que perderte.

Cuatro años para saber que existes.
Cuatro años al otro lado de mis sueños.
Cuatro días para borrarte.
Cuatro días para volver a mi dueño.

No hay nada mejor que abrazarte.
No hay nada peor que soltarte.

Melancolía.



Revueltas las sábanas conmigo entre ellas. Cavilo. Realizo que no estuvo bien. Fue bueno, pero no estuvo bien. Con esta mezcla de tu rechazo y mi obsesión quiero dormir. Se me ocurre que quizá hubiera sido mejor seguir en lo incierto.

Hay alguien que me espera. Alguien que no tiene la más absoluta idea de ciertas cosas, de muchas, a decir verdad. Quisiera no ser esperada, para seguir vagando sin rumbo. No tengo hogar. No tengo caminos. Sólo soy dueña de mis pocas mentiras y de todos mis lunares.

Si alguien me lo hubiera dicho, me lo hubiera advertido, lo hubiera hecho igual...

lunes, 3 de noviembre de 2008

Tú.


Te acabo de leer. Si es que es posible leer con los ojos llenos de lágrimas, quizá son necesarias, como un lente de aumento, como para cambiar la realidad. La realidad. No hay nada más irreal que lo que no se puede creer, no hay nada más irreal que lo que te tocó conocer.

Y te sigo llorando, no sé bien porqué, pero estos cristales redondos caen como piedras huecas en el río de tu pesar. Tú también eres azul, como yo. Pero tus tonos se me desvanecen, no te puedo alcanzar. Y eso es lo que más quiero, no te vayas, déjame cogerte las manos y reconocer tu dolor. Déjame secar tus lágrimas en silencio, mientras yo derramo las mías por ti. No quiero que te me escapes, ya te encontré, ya te adopté... ¿te dejarás abrazar?

Me encantaría decir que todo va a estar bien, pero yo no soy dueña de esas verdades, no tienen mi nombre, pero he visto que tienen el tuyo. Lo único que me provoca es crearte un hogar, para que dejes de tener frío. Poner luz y calor, hacer que todo pase, que sonrías más, pero sonrisas ciertas, no quiero sonrisas de papel. Esas no son bonitas.

Te lo pregunté antes y te lo pregunto ahora, si tú hubieras sabido que todo esto iba a pasar, ¿lo hubieras hecho igual? Y yo sigo pensando que sí. Son dichas que nadie te puede quitar.

Ya no estoy llorando, pero esta melancolía que me producen tus ojos, esta sensación de infinito, este sabor a nostalgia, a vulnerabilidad... te tengo que cuidar. Me da.

Deseo.


A esta hora y en este lugar. Me han contado que se esconden, que huyen para abrazarse. Mira por encima del hombro, no vaya a ser que alguien te siga. Es una histora sin comienzo, pero tiene fin. El fin son tus besos, tus brazos.

Seres falsos, mentirosos, llenos de ganas y en brasas. Entre valles, montes y volcanes, son relámpago y miel. Beso a beso, hasta ya no ser, dejar de existir. Seres azules y rojos, cual luna y sol, fundiéndose en el rito sagrado al compás del tambor. Ahora sólo es un recuerdo, son sólo imágenes y dolores buenos. Este recuerdo me pertenece y te pertenece. Es nuestro... y a veces de nadie.

Si dijera que quiero más, sería una petición sin sentido. No quiero, pero deseo. Y me han contado de estos dos que en sueños se siguen encontrando para abrazarse. Mi meta es tu beso. Mi lugar son tus ojos, tus manos. Pero es sólo algo que me han contado, porque nada es real, es un querer falaz. He oído de estos dos, noche y día, sol y luna, monte y valle, volcán y ceniza, monte, piernas y dedos.

Sólo nos queda el silencio, el secreto de lo no sucedido, el sonido de lo que nunca pasó. No hablaremos más de esto, nunca existió. Estuviste, pero no sé si estás y seguramente no estarás. ¿Quién sabe? En cinco vueltas de papel habremos escapado a este utópico lugar, esto de no ser... ay. Es cosa de volver. A esta hora y en este lugar.